domingo, 11 de octubre de 2009

El hombre sonriente

Después de pasar una semana tan "horrible" como los demás de trabajo, de preocupaciones y de responsabilidades adquiridas, el hombre que nunca sonreía y siempre se lamentaba cogió su mochila, bajó al garaje a coger su moto y se dispuso a poner rumbo hacía la playa donde había quedado con su mujer, sus hijos y sus amigos. Se extrañó de no cruzarse con ningún coche en el trayecto, con ningún peatón paseando y que la playa estuviese completamente vacía. Solo un niño paseaba por la orilla. Enfadado, se acercó a él y le preguntó si sabia lo que ocurría. Éste le contesto que sí, que claro que lo sabía pero que no le iba a decir nada, que lo tenía que averiguar él solo. Mientras volvía a su casa todo aquello le hizo reflexionar. Al llegar se lavo la cara como solo se la lavan en los viejos western. Aquellas palabras y el agua hicieron que viese todo de otra manera. Volvió a coger su mochila, su moto, y regreso a la playa. Ahora si estaba llena de gente, y ahí estaban su mujer, sus hijos y sus amigos. Fue entonces cuando comprendio que si nunca sonríes y siempre te lamentas por todo, es mejor que te quedes en casa tú solito.

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